El total de tiempo que una mujer dedica al trabajo no
remunerado en Paraguay es de 61% frente al 25 % de tiempo que dedica un hombre,
según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE)[1]. El
porcentaje implica que, la mujer dedica más del 50% de su tiempo total a las
tareas no remuneradas, para entendernos, estas son: el cuidado de personas
dependientes, las compras para la familia, la limpieza del hogar, las consultas
de salud para los integrantes del hogar, las reuniones escolares, la
preparación de alimentos, etc. De ahí que, si hacemos el ejercicio de anotar en
un papel en distintas columnas, la lista de cada una de las tareas que realizan
los distintos miembros de la familia en un día, probablemente nos encontraremos
con que una de ellas (la lista que realiza la mujer) es bastante más larga que
la de los demás integrantes (quien lee estas líneas puede hacer la prueba).
La diferencia en la cantidad de horas dedicadas a los
trabajos no remunerados supone para la mujer cumplir con distintos roles, entre
ellos: ser proveedora, aumentar la carga de trabajo, asumir tareas de cuidado,
y vivir sobre exigida todo el tiempo. Para las mujeres que están en el sector
informal, se trata de sobrevivir cada día en estas condiciones; para las que
tienen un empleo en el sector comercial, lograr que el salario les alcance para
cubrir la subsistencia; para las independientes, intentar correr detrás de la
meta para superar su productividad y tener mejores ingresos; para las mujeres
con altos cargos, cumplir con todos los roles a la vez que debe seguir su
formación.
Sumado a la inequidad que aún persiste en la
distribución del trabajo no remunerado, en el ámbito del trabajo remunerado,
también hay desigualdad: el promedio de ingresos mensuales de las mujeres
ocupadas es alrededor de G. 1.981.000 Gs. (300 $) 510.000 Gs. (72$) menos que
el promedio de ingresos que el de los hombres según la Encuesta Permanente de
Hogares realizada por el INE en el 2020.
Por su parte, la Encuesta Permanente de Hogares
realizada en el 2022 reveló que solo el 48% de hogares son “nucleares
completos”, es decir, conformados por padre, madre e hijos, lo cual habla de
los otros modelos familiares que emergen o se consolidan en la sociedad
paraguaya, donde muchas mujeres siguen llevando adelante el hogar en solitario.
Bajo este modelo no solo se encuentran las madres que no están unidas en
matrimonio sino también aquellas que se divorcian.
Otro dato interesante que aporta a la nueva
configuración familiar es que las mujeres tienen actualmente un promedio de 2,
3 hijos cuando en los años 70 tenían un promedio de 5. Es un fenómeno
creciente, por tanto, que la población joven retrasa la maternidad y
paternidad, algunas de las causas parecen estar asociadas al aumento en el
costo de vida, el individualismo, el acceso a la vivienda, al mercado laboral,
el propio retraso de la autonomía de los jóvenes, entre otras.
La responsabilidad parental compartida presenta
desafíos que en sus raíces llevan a la ausencia de distribución de tareas del
hogar, el cuidado de los hijos, así como otras personas dependientes. Esta
cuestión aun es parte de una cultura que atribuye el cuidado casi
exclusivamente a la mujer. En el ámbito judicial, se da cuenta que, más mujeres
que hombres promueven asistencia alimenticia para sus hijos, mientras que los
hombres presentan más juicios de ofrecimientos -acciones para ofrecer sumas
exiguas de alimentos- y disminuciones. Detrás de estas acciones también se
esconden prejuicios en los cuales no está ausente la presión sobre la mujer en
cuanto a el destino de los alimentos; su administración; las condiciones para
darlos. En estos casos, no se valora ni se hace visible el tiempo que se
invierte en el cuidado de los hijos, solo se cuantifica el monto de los
alimentos, dejando una vez más invisible el cuidado como un valor.
La mujer, en el rol de proveedora afronta largas
jornadas laborales con cargas horarias que no contemplan aun la conciliación
con la vida familiar, por un lado, y por otro, sin prestaciones o servicios
públicos de calidad que constituyan un apoyo para las tareas de cuidado. En
este aspecto están pendientes las políticas públicas que ofrezcan: espacios de
cuidado infantil de calidad, escuelas públicas de calidad con jornadas
completas e integrales, programas comunitarios de recreación y deporte.
En este sentido, las empresas privadas comparten
responsabilidad social en la creación de condiciones para el bienestar de las
trabajadoras. Solo a modo de ejemplo, en la legislación laboral se contempla la
obligación por parte de las empresas de contar con espacios de cuidados, el
Art. 134 del Código Laboral establece que en los establecimientos como
industrias o comercios con más de 50 dependientes de uno u otro sexo, deben
habilitar estos espacios para niñas y niños por debajo de los 2 años, mientras
dure la jornada laboral. Esta prestación puede ser determinante para el
bienestar de los trabajadores como el de la infancia.
Por su parte, la normativa protege la maternidad y
paternidad a través de la Ley 5508/2015 ampliando el permiso para las madres y
otorgando por primera vez el permiso por paternidad en el entendido de fomentar
la responsabilidad parental compartida, que implica distribuir las tareas de
cuidado entre ambos progenitores. Reglas como estas, constituyen pasos hacia la
distribución de tareas y vigencia de los derechos.
Con este breve análisis se pueden apreciar algunas de
las cuestiones que plantea ser mujer hoy y las brechas para la igualdad. En este
escenario, podríamos concluir con algunos pasos para conciliar la vida laboral
y familiar. Así, en casa, se podría empezar con la mejor distribución de las
tareas no remuneradas entre todos los miembros de la familia, especialmente de
los responsables directos evitando que solo las mujeres realicen este tipo de
tareas, implica una nueva mirada. En las empresas, los empleadores, podrían
revisar las medidas que coadyuvan al bienestar de las personas y asegurar su
implementación: permisos laborales, reducción de jornadas, espacios de cuidado,
ayudas o beneficios para el desarrollo del rol parental, etc. En el gobierno, los tomadores de decisión
deben apuntar al fortalecimiento de las políticas de cuidado, las prestaciones
para las familias y las políticas de equidad de género.
Cabe destacar, que este análisis y otros más, lo
realizamos dentro de la Universidad Iberoamericana (UNIBE) dando el valor que
se merece para la construcción del país.
Autora: Claudia P. Sanabria, Coordinadora técnica de la Maestría en Derecho de Familia, Niñez y Adolescencia de la Universidad Iberoamericana (UNIBE)